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Los niños son seres de luz...

Ahora les quiero platicar de Marcelo, mi otro maestro. Mi maestro que se queda junto a mí en esta vida, mi compañero de andar que me enseña día a día lo fuerte y sabios que son los niños y lo equivocados que estamos al pensar que nosotros somos los que les tenemos que enseñar. Al contrario, nosotros solo somos sus guías en esta vida y lo sé porque con algo tan difícil como la muerte, Marcelo me ha enseñado que partir de este mundo es solo otro paso de la vida, es trascender a otra dimensión en donde seguimos existiendo y que, la fortaleza, es una cualidad con la que nacemos pero que con el paso del tiempo, con los paradigmas de la sociedad y nuestra cultura, nos vemos forzados a desprendernos de nuestra verdadera esencia y es cuando esa fortaleza se convierte en miedo.


Marcelo, tiene 5 años y también vivió la enfermedad y muerte de su hermano Alexis igual que yo. También presenció cuando a Alexis se le cayó el pelo sin entender porque, cuando dejó de caminar y sufría un dolor intenso por el tumor que le creció en la columna a raíz del cáncer, tuvo que dejar sus juguetes, su cama y su vida atrás para mudarnos a un país totalmente nuevo para él pero que, junto a su hermano, le encontraron lo positivo y le llamaron casa. O cuando Alexis lloraba porque no quería ir al hospital o le teníamos que poner pomada en su botón (como le llamaba a su puerto o catéter) y Marcelo lo consolaba diciéndole que no le iba a doler el piquetito que le tenían que poner, o cuando le dió la primer convulsión y Alexis no lo reconocía, lo veía babear sin entender porque y tuvo que presenciar la llegada de los paramédicos que se llevaron a su hermano inconsciente porque tuvimos que llamar al 911. Cuando le dió una segunda convulsión a las 3:00am y como no había con quien se quedara en la casa, Marcelo tuvo que subirse al coche con nosotros para llegar a la Sala de Emergencia y ver a su hermano inconsciente, en una cama de hospital, conectado a mil cables escuchando como los doctores trataban de regresarlo de vuelta.


Pero su fortaleza y el amor por su hermano era tal que Marcelo, a sus 5 años, era el que le echaba porras a Alexis cuando lo veía muy débil, aprendió a no jugar muy rudo para no lastimar a su hermano, aprendió a recibir mis gritos de preocupación porque con cualquier movimiento lo podía lastimar, fue quien me dijo que prefería ver a su hermano consciente porque le gustaba que jugara con el y fue quien perdió a su mejor amigo.


Marcelo, mi Marcelo, es el segundo niño más valiente que conozco. Veía cómo luchaba para detener el llanto y que no se le salieran las lagrimas cuando estábamos en el hospital al ver que su hermano ya no contestaba a sus preguntas. Marcelo, quien disfrutaba más que nadie ir al hospital a visitar a Alexis porque creía que era como un hotel y llegaba a quitarse los zapatos, a ponerse cómodo, para poder ver una película junto a él. Es el niño al que su papá y yo le tuvimos que decir que su hermano iba a morir, explicándole que las medicinas no le estaban sirviendo, y que las bolitas que tenía, habían vuelto a crecer ahora en su cabeza y es aquel niño que cuando Alexis murió, estaba dormido en el sofá del hospital y tuvo que ver el cuerpo de su hermano ya sin vida.


Nunca voy a olvidar lo difícil que fue ese día cuando su papá y yo tuvimos que agarrar todas las fuerzas que pudimos estando completamente devastados, para despertarlo de su sueño profundo e inocente y decirle que su hermano había muerto y él, con una seguridad inmaculada y una fuerza sin fronteras se acercó al cuerpo inerte de su hermano, le tomó la mano, le dió un último beso, volteó y nos dijo: "No se preocupen porque Alexis ahora ya está en el cielo y cuando a nosotros nos toque morirnos él, nos va a recibir allá." Cuando escuché esto, devastada y sin fuerzas, en ese momento fue cuando supe que los seres humanos estamos listos para la muerte, pero le tememos tanto, por los paradigmas y creencias con los que crecimos y tenemos tan arraigados a nuestro ser, y olvidamos este camino que se tiene que transitar y dejamos de lado la consciencia divina de una dimensión espiritual e iluminada que contiene nuestra alma y nuestro yo supremo. Los niños saben esto, viven esto y nos enseñan esto en cada paso que dan y que nosotros damos junto a ellos pero, que a nosotros, por miedo, por control, por ceguera de la realidad, olvidamos y pensamos que somos sus padres para controlar su luz, manipular sus sentimientos, guiar su energía a un lugar de miedo por la muerte cuando yo sé que Alexis, ahora, camina junto a Marcelo, junto a mí y lo sé porque Marcelo me lo enseñó.


Es aquí cuando digo que los niños son seres de luz, porque ellos están conectados con su esencia y con Dios. Ellos hablan el lenguaje del Universo y no tienen miedo de sentir la energía y compartirla con los demás, ellos viven en el momento, su inocencia es los ojos de Dios viéndonos a través de ellos y les puedo decir que agradezco cada día por haberme dado a Marcelo, a mi razón de vivir, a mi pilar de vida y semilla del alma. Es él, quien día tras día, después de la partida de Alexis, me recuerda lo bonito que es vivir, me recuerda lo que es el amor aquí en la tierra y como debemos sentir ese amor terrenal para podernos conectar con el amor universal, con el amor puro y eterno; y es a través de sus ojos que me conecto con Alexis, tiene una conexión única con su hermano y entiende porque él ya no está con nosotros, lo siente en su esencia y me enseña ese sentir cada día. Es gracias a Marcelo que estando despierta en esta vida, es que puedo conscientemente decidir encontrarme, decidir vivir despierta y regresar a esa niñez, tocar a esa niña interna que efervesce en mi ser y que es la que se conecta con Alexis en la eternidad, en la luz, en la energía del universo.


Marcelo, gracias por existir, por ayudarme a seguir existiendo y por entender que aunque Alexis ya no exista en este mundo, sí existe y existirá para siempre en nuestro corazones.

Te amo.





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